LAS SESIONES DE TERAPIA

Mientras estemos atrapados en la mente, dejaremos de estar en contacto con lo que verdaderamente es real. En terapia, se facilita información y herramientas que sirven de guía a los que buscan un cambio y evolución de consciencia. Son sesiones en las que los miedos y ciertos patrones mentales son llevados de la mente inconsciente a la consciente, abriendo un espacio a la comprensión para vivir con más claridad. Ya hay muchas personas que se muestran muy agradecidas, si estas interesado, contacta conmigo en el cuestionario de la derecha, donde puedes ver también mis páginas.

El valor olvidado de saber escuchar

 

A veces, lo más hermoso que podemos hacer por alguien es regalarle eso que escasea tanto: tiempo, atención y silencio sincero
Nieves Acosta Picado
Martes, 8 de julio de 2025, 11:52 h (CET)

Hablamos constantemente sobre la importancia de saber expresarnos, de convencer, de impactar con nuestras palabras. Nos enseñan a seducir con el discurso, a dominar el arte de hablar en público, a argumentar con lógica y claridad. Pero casi nunca se nos habla de algo igual —o quizás aún más— importante: saber escuchar.


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Escuchar de verdad es un acto profundamente humano. Y hoy, más que nunca, lo estamos olvidando.

Vivimos en una época en la que todo el mundo quiere hablar. Todos queremos contar lo que sentimos, lo que pensamos, mostrar lo que somos. Las redes están llenas de voces, de opiniones y de ganas de ser escuchados. Pero irónicamente, cada vez escuchamos menos.


Nos enseñan a hablar bien, a tener respuestas rápidas, a destacar. Pero casi nadie nos enseña a escuchar con el alma. No con el oído distraído, sino con el corazón presente. Y eso, aunque parezca simple, es un arte.


Escuchar es mucho más que quedarse en silencio mientras el otro habla. Escuchar es estar. Es dejar de pensar en uno mismo por un momento y mirar al otro con honestidad, con empatía. Es soltar el impulso de interrumpir, de corregir, de dar consejos, y simplemente acompañar. Porque cuando escuchas de verdad, sin prisa, sin juicio, sin el “yo” de por medio, lo que estás diciendo es: “Lo que sientes me importa. Y estoy aquí para ti”. Y eso, para alguien que se siente solo, perdido, cansado, puede ser un regalo inmenso. Como dice la sabiduría popular: ”una pena compartida es media pena”.

Porque todos, en algún momento, necesitamos que alguien nos escuche sin prisas, sin juzgarnos, ni querernos cambiar. Solo escuchar. Solo estar.


Es fácil querer hablar. Lo difícil es tener el coraje de callar y abrir espacio para el otro. Pero quienes saben escuchar —escuchar de verdad— se convierten en personas que uno no quiere soltar.


Cuando buscamos a una persona de confianza y nos sentamos en una terraza a tomar algo y tenemos una agradable charla, en ese momento se produce un cambio. Quizás lo más interesante no sean sus consejos, sino que se produce algo mucho más importante: salimos de “nuestro escenario y nos ponemos en la realidad”. La realidad de una terraza, una taza de café y una persona con la que hablar que nos ayude a salir de la fantasía de nuestro pensamiento. Esa cita es la que nos devuelve a la realidad y es posible regresar a casa más serenos, relajados y como si de alguna forma nuestros fantasmas se hubieran ido.


Cuando estamos frente a otra persona es como si estuviéramos frente a un espejo, conversar nos ayuda a entendernos y aprender quienes somos es un momento de gran libertad, es como soltar cuerdas de un globo y se eleva.


Escuchar también es amar, es cuidar y también sanar: “yo callo mi ego para escucharte a ti”.


Y como todos queremos ser escuchados, a veces lo más hermoso que podemos hacer por alguien es regalarle eso que escasea tanto: tiempo, atención y silencio sincero. Así que la próxima vez que alguien te hable… detente. Mírale. Escúchale. No para responder, no para convencer, no para tener razón. Solo para estar ahí. Porque quizás lo que esa persona más necesita no es una solución, sino saber una sola cosa: “No estás solo. Me importas”.


https://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/5358495/valor-olvidado-saber-escuchar

“La soledad es el mayor fracaso de nuestro tiempo”

 


El filósofo y profesor Rafael Narbona denuncia el aislamiento en las sociedades modernas y propone el amor y la filosofía como respuestas al vacío emocional contemporáneo
Nieves Acosta Picado
Miércoles, 7 de mayo de 2025, 11:35 h (CET)

En una época en la que todo parece estar conectado por la tecnología, paradójicamente cada vez más personas se sienten profundamente solas. Para Rafael Narbona, escritor, profesor de filosofía y pensador humanista, esta es la gran contradicción de nuestro tiempo. En una entrevista reciente con CuerpoMente, Narbona lanza una afirmación que resume su diagnóstico con claridad contundente: “La soledad es el mayor fracaso de nuestro tiempo”.


Con una trayectoria dedicada a la reflexión sobre el sentido de la vida, el sufrimiento humano y la búsqueda de la verdad, Narbona ha encontrado en la filosofía no solo un ejercicio intelectual, sino una herramienta de supervivencia emocional. Desde esa mirada comprometida con lo humano, alerta sobre el impacto devastador del aislamiento social en la salud mental y espiritual de las personas.


Una epidemia silenciosa

“La soledad es la experiencia más terrorífica que se puede concebir”, asegura Narbona. No se refiere únicamente a la soledad circunstancial o voluntaria, sino a esa sensación persistente de desconexión, de no importar a nadie. Una soledad estructural que afecta, sobre todo, a los mayores, pero también a los jóvenes, víctimas muchas veces de un sistema que privilegia la productividad por encima del cuidado.


Para el filósofo, esta situación no es casual. Las ciudades, tal como están organizadas, fomentan la dispersión, el anonimato, la indiferencia. “Deberíamos vivir en comunidades pequeñas, más humanas, donde se pueda ir andando a todas partes, donde exista trato y cercanía”, sostiene. Propone repensar el modelo urbano y social desde una óptica más relacional, en la que la convivencia recupere su centralidad.


El amor como tejido social


Frente a la soledad, Narbona plantea una solución tan sencilla como radical: amar. Pero no solo en el sentido romántico, sino como una disposición ética y afectiva hacia los demás. “El amor tiene que ser como una onda expansiva”, dice. Es decir, debe comenzar por uno mismo y extenderse hacia los amigos, los vecinos, los compañeros de trabajo, incluso hacia quienes no conocemos. Amar como forma de resistencia frente al individualismo y el cinismo que imperan.


En este punto, Narbona recupera una idea esencial del cristianismo y de muchas tradiciones filosóficas: el ser humano necesita vínculos para florecer. Sin ellos, la vida se marchita. Y no hay vínculo más fecundo que el amor entendido como cuidado, atención y entrega mutua.


La filosofía: un mapa para no perderse


Narbona no se limita a un diagnóstico crítico. También ofrece caminos. Y uno de ellos, profundamente ligado a su vocación, es la filosofía. Lejos de verla como un ejercicio abstracto o académico, la reivindica como una guía práctica para vivir mejor. “La filosofía puede enseñarnos a amar si leemos a los autores adecuados”, afirma.


Entre esos autores menciona a Victor Frankl, Carl Rogers, Platón, San Agustín, Voltaire, Spinoza, Martin Buber, Hannah Arendt y María Zambrano. Todos ellos, a su modo, han reflexionado sobre la condición humana, el dolor, la dignidad, la libertad, el otro. En cambio, se muestra crítico con pensadores como Schopenhauer o Nietzsche, a quienes considera nihilistas o misántropos, más inclinados a despreciar al ser humano que a comprenderlo.


Su filosofía está cargada de esperanza, pero no es ingenua. Reconoce el sufrimiento, la enfermedad, la injusticia, pero cree que aún en medio de todo eso podemos elegir una respuesta amorosa, compasiva, comprometida. Esa elección es, para Narbona, el núcleo ético de toda existencia verdaderamente humana.


Una invitación a reconectar


Las palabras de Rafael Narbona no solo son una crítica, sino también una invitación. Nos convoca a salir de la burbuja del ego, a mirar a nuestro alrededor, a reconstruir los vínculos debilitados. En tiempos de hiperconexión digital, propone algo mucho más exigente y profundo: la conexión humana real, cara a cara, corazón a corazón.


Tal vez, como él sugiere, no haya mayor acto filosófico hoy que escuchar, abrazar, estar presentes. Contra la soledad que empobrece el alma, su propuesta no es otra que recuperar lo más antiguo y esencial de lo humano: el amor.


https://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/5280788/soledad-mayor-fracaso-nuestro-tiempo


La generación que pide ayuda en silencio

 

El suicidio ya es la segunda causa de muerte en menores. ¿Lo vamos a seguir ignorando?
Nieves Acosta Picado
Martes, 15 de julio de 2025, 11:28 h (CET)

Vivimos en un mundo hiperconectado, donde los jóvenes comparten su día a día en redes sociales, suben fotos, bailes, pensamientos y memes. Desde fuera, podría parecer que lo tienen todo. Sin embargo, detrás de muchas sonrisas digitales se esconden silencios profundos, angustias que no se ven y gritos que nadie escucha.


Hoy, el suicidio es la segunda causa de muerte en menores de edad en muchos países del mundo. Una cifra estremecedora que no debería dejarnos dormir tranquilos. Pero lo más alarmante no es solo el dato, sino la normalización del sufrimiento. Lo hemos convertido en un tema tabú, algo de lo que no se habla en familia, en la escuela ni en los medios, como si el silencio fuera una solución. Pero el silencio se cobra vidas.


La salud mental de niñas, niños y adolescentes está en crisis. Ansiedad, depresión, bullying, presión académica, redes sociales que distorsionan la autoestima, entornos familiares poco seguros, soledad… Todo esto se acumula en mentes y cuerpos que aún estan formándose, que aún no tienen las herramientas para entender lo que sienten, ni saben pedir ayuda de forma clara.

Y nosotros, como sociedad, ¿dónde estamos? ¿Porque pasamos por alto esas señales?


A veces damos por hecho, que un adolescente que se encierra en su cuarto, está simplemente “en la edad difícil”. Que alguien que llora mucho “es dramático”. Que quien se aísla “ya se le pasará”. Pero muchas veces, esas conductas son formas de pedir de ayuda disfrazadas. Hay que fijarse si ocurren cambios bruscos en su forma actuar.


Si se pierde el interés por lo que antes disfrutaban.

Puede que prevalezca en sus comentarios negativos sobre su vida o su valor.

La autoagresion es incontrolable y como consecuencia el aislamiento extremo.

Consumo de sustancias. Dificultades para dormir o comer.


Todas estas pueden ser señales de alarma. No son exageraciones. No son “etapas normales”. Son oportunidades para intervenir. Por eso es urgente romper el silencio. Que no nos digan más que hablar de suicidio lo provoca. Hablar previene. Escuchar salva vidas. Mostrar empatía abre caminos.


Necesitamos educarnos y educar desde que somos niños sobre cómo expresar las emociones, poner límites, trabajar la autoestima y herramientas que nos ayuden a evolucionar y no estancarnos.

Que las escuelas cuenten espacios seguros y docentes formados. Familias que hablen sin juzgar. Necesitamos que la política entienda que la salud mental es un tema importante.


Y sobre todo, necesitamos que cada niño, niña y adolescente sepa que no está solo. Que pedir ayuda, no es debilidad, es valentía. Que su vida importa. Que el dolor puede pasar, pero para eso, alguien tiene que estar ahí para escucharlos.


Todos deberíamos tener tiempo para hablar con nuestros hijos, sobrinos, alumnos. Preguntar cómo están, y escuchar sin quitar importancia a lo que les importa.


No hay que esperar a una “crisis” para acercarte. El vínculo se construye todos los días. Y compartir que la información real sobre salud mental, a todos nos importa. Y apoyar y exigir políticas de salud mental accesibles y gratuitas para todos.


Y lo más importante, no juzgues. Acompaña. Pregunta. Nunca sabes si te puede pasar a ti.

Esta generación está pidiendo ayuda a voces, en silencio.


No podemos mirar hacia otro lado. Es ahora o nunca. Porque el silencio mata. Vamos a hablar.


https://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/5365994/generacion-pide-ayuda-silencio


Los seres humanos no se despiertan en su zona de confort

 

¿Quién soy cuando ya no puedo controlar lo que me rodea? Una reflexión desde la adversidad hacia la conciencia esencial
Nieves Acosta Picado
Viernes, 30 de mayo de 2025, 11:02 h (CET)

Vivimos tiempos de incertidumbre. A veces, a nivel personal: pérdidas, rupturas, enfermedades. Otras veces, como hemos vivido recientemente, la sacudida es colectiva: crisis sanitarias, sociales, económicas. Son momentos en los que la vida, imprevistamente, nos saca de nuestra zona de confort. Y con ello, nos lanza a una pregunta fundamental: ¿quién soy cuando ya no puedo controlar lo que me rodea?


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La cultura moderna nos ha acostumbrado a buscar seguridad, comodidad y respuestas en la superficie: la lógica, el pensamiento racional, las noticias, las rutinas. Pero cuando todo eso se tambalea, muchas personas descubren que no hay una base firme en la que apoyarse. Se sienten como una casa construida sobre arena. Entonces, surge el miedo. Pero el miedo no nace de la realidad en sí, sino de no conocernos a nosotros mismos en profundidad.


Más allá del pensamiento: despertar a la presencia


Pero pensar no basta. En medio de la tormenta emocional, el pensamiento puede convertirse en un obstáculo más que en una ayuda. La mente conceptual no resuelve el sufrimiento existencial. Por eso, cuando todo se desmorona afuera, la verdadera solución comienza adentro: no pensando más, sino despertando a una dimensión más profunda de la conciencia.


Este despertar no consiste en añadir una nueva historia personal, ni en crear otra identidad desde el ego, sino en reconocer la presencia que somos. Esa presencia silenciosa, inmutable, que puede observar el miedo sin ser consumida por él. Que puede atravesar el dolor sin identificarse totalmente con él. Es un estado de atención pura, sin necesidad de actividad mental, donde uno se experimenta no como una narrativa, sino como conciencia viva.


La función oculta de la adversidad


Lejos de ser un accidente sin sentido, la adversidad tiene —desde esta perspectiva espiritual— una función reveladora. Nos obliga a mirar más hondo. A dejar de vivir en la superficie de las cosas. A romper con las ilusiones que el ego construyó sobre lo que somos y lo que creemos necesitar para estar bien.


Este proceso puede ser doloroso, pero también profundamente transformador. Hay una frase que me gusta: "Cuando el ego llora por lo que ha perdido, el espíritu se regocija por lo que ha encontrado."

La adversidad, entonces, puede convertirse en una puerta de acceso a nuestra verdadera identidad. No una identidad basada en el rol, en la imagen, en el tener, sino en el ser. Es una invitación a descubrir esa roca interna, inquebrantable, que no depende de circunstancias externas para sostenernos.


Una llamada a la humanidad: no desperdicies esta oportunidad


Hoy, millones de personas viven con ansiedad. Esta ansiedad colectiva también es una llamada al despertar. El dolor compartido, la fragilidad de nuestros sistemas, la rapidez con que lo establecido puede derrumbarse… todo esto nos grita: despierta. Mira dentro. Encuentra una base más profunda.

Este es un tiempo precioso. No para añadir más ruido, más distracción, más miedo, sino para volver a lo esencial. Para prestar más atención a nuestra conciencia que a los noticieros. Para dejar de vivir sólo desde la mente y empezar a vivir desde el ser.


El despertar empieza cuando ya no puedes evitarlo


Muchos comienzan este camino no por elección voluntaria, sino porque ya no pueden más. El sufrimiento los empuja a buscar otra forma de estar en el mundo. La incomodidad, paradójicamente, es el punto de partida del despertar. Porque los seres humanos no se transforman en la comodidad, sino cuando son sacudidos de ella.


Este es un momento de grandes oportunidades. No te pierdas en la mente. No te pierdas en el miedo. No huyas hacia el ruido exterior. Enraízate en tu ser, en esa presencia que siempre estuvo allí, más allá del personaje, más allá del relato, más allá incluso de tus pensamientos.


Porque, cuando descubres quién eres realmente, te das cuenta de que no hay nada que temer. La vida, incluso en medio de la tormenta, sigue teniendo sentido.


https://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/5310639/seres-humanos-no-despiertan-zona-confort


Los personajes que somos en la historia de los demás

 


La forma en la que nos perciben rara vez habla de quiénes somos realmente
Nieves Acosta Picado
Martes, 10 de junio de 2025, 12:12 h (CET)

A veces me detengo a pensar en los distintos papeles que interpreto en la historia de cada persona que me ha conocido. En unos relatos aparezco como un error, una herida o una decepción. En otros, soy un regalo, una luz o un refugio inesperado. Y, sin embargo, ninguna de esas versiones me define del todo.


Porque lo cierto es que la forma en que los demás nos perciben rara vez habla de quiénes somos realmente.


Cada mirada que se posa sobre nosotros está teñida por una historia previa: su crianza, sus valores, sus miedos, sus anhelos, sus heridas no cerradas. Somos, muchas veces, el espejo donde el otro proyecta lo que lleva dentro.

Alguien verá tu espontaneidad como una chispa que alegra la vida; otra persona, en cambio, la juzgará como falta de seriedad. Algunos admirarán tu sensibilidad, mientras que otros la interpretarán como debilidad. Hay quienes agradecerán que pongas límites claros, y quienes pensarán que eres egoísta por no ceder. Incluso tu forma de vestir puede ser entendida como cuidado o como vanidad, según los ojos que miran.


Y sin embargo, nada de eso define tu esencia.


Lo que los demás ven de ti es solo una interpretación parcial, a veces justa, a veces profundamente injusta. No tenemos el control sobre cómo nos ven, ni es nuestra tarea intentar encajar en todos los moldes que nos proponen.


Vivir tratando de ser comprendido por todos es agotador y, al final, inútil. Porque hay personas que nunca querrán entenderte, simplemente porque tu forma de ser les incomoda, les confronta o les recuerda algo de sí mismas que aún no han sanado.


Por eso, lo que verdaderamente importa es otra cosa. Importa cómo te ves tú cuando cierras los ojos. Quién sabes que eres en lo más profundo de tu conciencia. Qué verdad te sostiene cuando todo lo demás se apaga.


Esa paz interior que nace de conocerte, aceptarte y respetarte... es lo único que permanece cuando los ecos de las opiniones ajenas se desvanecen.


No somos lo que los demás piensan. Somos quienes decidimos ser, con fidelidad a nuestra verdad interior. Y eso, aunque duela a veces, también es libertad.


https://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/5324726/personajes-somos-historia-demas

Cuando la vida duele y no sabes por qué

 


No se puede esperar a que esta sensación pase sola. Hay que moverse. A veces, algo tan simple como salir a caminar cambia tu química, tu energía, tu manera de ver
Nieves Acosta Picado
Martes, 17 de junio de 2025, 09:47 h (CET)

A veces, sin que haya pasado nada concreto, la tristeza se instala dentro de nosotros. No es una tristeza que se necesite llorar, ni tiene razones claras. Es más bien una sensación de estar rotos por dentro, como si algo muy hondo hubiera hecho grietas sin avisar.


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En esos momentos, el mundo sigue girando, la gente sonríe, los niños juegan, las rutinas empujan. Pero tú… tú estás ahí, como dentro de una tormenta, atrapado en tus propios pensamientos. Y lo peor, es que esos pensamientos parecen tener vida propia: se repiten, se deforman, te atrapan. Es como si el cerebro entrara en bucle y no supiera salir.


He aprendido, que no se puede esperar a que esta sensación pase sola.


Hay que moverse. A veces, algo tan simple como salir a caminar cambia tu química, tu energía, tu manera de ver. El cuerpo tiene una sabiduría que a veces se nos olvida: caminar, respirar, mirar lejos, como si al mirar más allá el alma también se despejara un poco.


También es bueno hablar. Pero no hablar de lo que nos preocupa, sino hablar de cualquier otra cosa. De una película, de una anécdota tonta incluso de una simple receta. Cualquier pensamiento que entra, si es sano y liviano, ayuda a desplazar ese otro que pesa. Y en ese movimiento suave, casi sin darte cuenta, el dolor pierde un poco de fuerza.


Pero ¿Y si el problema es grave? Entonces no hay escapatoria: hay que mirarlo de frente. Sin adornos. Con crudeza y con verdad. Y claro que da miedo. Mucho miedo. Porque no es fácil enfrentarte a ti mismo. Porque sabes que puedes ser víctima, pero también has sido culpable. Todos lo hemos sido. Todos hemos decepcionado, herido, fallado. Todos hemos sido los malos en la historia de alguien.


Y eso también hay que aceptarlo. Y perdonarse. Porque seguir adelante no es ignorar el dolor, sino atravesarlo. Aceptar que la vida a veces no es justa, que el mundo no te debe nada, que la suerte no siempre está repartida como quisiéramos. Y que, a pesar de todo, sigues aquí. Con tus heridas, con tus miedos, con tus imperfecciones. Pero también con tu luz.


Hay que aprender a tener más compasión con uno mismo y a decirnos: “Estás haciendo lo que puedes. Y eso ya es mucho”. Y cuando lo hacemos, algo en nosotros se suelta, se relaja. Es como si, por fin, pudiéramos abrazarnos desde dentro.


Sé que no tengo todas las respuestas. Pero sí tengo claro que no somos lo que nos pasa, sino lo que hacemos con eso que nos pasa. Que el pensamiento tiene un poder enorme, y que en lo que piensas... te conviertes.


Pienso que ocurra lo que ocurra siempre hay que seguir. Confiar. Dejar que el tiempo, el movimiento y el amor —el que me tengo y el que me dan— hagan su trabajo. Porque todo pasa. Todo cambia. Y en el fondo, siempre hay una historia nueva que puede empezar a escribirse.


https://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/5333413/cuando-vida-duele-no-sabes


Amar sin ataduras: la fuerza invisible del verdadero amor

 


No se alimenta solo de palabras bonitas o de rituales repetidos, sino de miradas que escuchan, de silencios que abrazan, de espacios donde uno puede simplemente ser
Nieves Acosta Picado
Miércoles, 25 de junio de 2025, 09:12 h (CET)

En tiempos donde el amor parece medirse por gestos visibles, declaraciones públicas o promesas rimbombantes, es fácil olvidar lo esencial: ese lazo invisible y profundo que une a dos personas más allá del deseo, del hábito o del enamoramiento inicial.


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Porque sí, el amor comienza con una chispa… pero se sostiene con una conexión real. Una que no se impone ni se fuerza, sino que se elige cada día. En lo cotidiano. En los silencios. En los gestos pequeños que no necesitan ruido, pero que resuenan en el alma.


Hay una diferencia profunda entre estar y estar presente. El amor auténtico no se alimenta solo de palabras bonitas o de rituales repetidos, sino de miradas que escuchan, de silencios que abrazan, de espacios donde uno puede simplemente ser.


Amor sin máscaras


Amar de verdad implica mostrarse con lo que nos hace completos y también con lo que nos duele, con nuestras luces… y con nuestras sombras. Implica abrirse sin temor al rechazo, sin necesidad de encajar en una versión idealizada de lo que el otro espera.


El amor sano no necesita que nos perdamos en el otro, ni que uno renuncie a sí mismo para sostener la relación. No se trata de buscar en la pareja lo que nos falta, sino de compartir el camino con alguien que nos acompaña mientras descubrimos nuestras propias respuestas.


No somos medias naranjas buscando la mitad que nos complete. Ya estamos enteros. Y solo cuando lo sabemos, podemos amar desde la libertad, no desde la carencia.


Compañeros, no salvavidas


Cuando dos personas no se usan como refugios para escapar de sí mismas, sino que se eligen como compañeros de crecimiento, el amor se transforma. Deja de ser dependencia o ilusión, y se convierte en un espacio de confianza, respeto y evolución personal.


Porque el amor auténtico no controla ni absorbe. No exige ni manipula. Al contrario: da lugar, invita, abraza y acompaña. No necesita ataduras, porque se mantiene unido por algo más fuerte: la decisión consciente de estar ahí, el uno para el otro, desde la presencia y no desde el apego.


Amar es un acto de libertad


En un mundo de ruido, prisa y apariencia, el amor verdadero es un acto de valentía. Porque amar sin ataduras es elegir la verdad por encima de las expectativas, la presencia por encima de las apariencias, y la conexión real por encima del control.


En esa intimidad profunda, donde la piel emociona y el alma se siente en calma, se construye algo que no se puede fingir ni forzar: una experiencia única, viva y profundamente humana. La de sentirse unidos sin dejar de ser uno mismo.


Al final, amar no es poseer, ni idealizar. Amar es vincularse desde lo más humano que tenemos: nuestra capacidad de ver al otro en su totalidad y seguir eligiéndolo. No como una necesidad, sino como una oportunidad de crecer, de sentir, de vivir conectados.


https://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/5342895/amar-ataduras-fuerza-invisible-verdadero-amor

Aprender a ser feliz y manejar el pensamiento

Trabajo en la Fundación para el Desarrollo de la Consciencia cuya misión es contribuir al desarrollo interior en las personas con el objetiv...