LAS SESIONES DE TERAPIA

Mientras estemos atrapados en la mente, dejaremos de estar en contacto con lo que verdaderamente es real. En terapia, se facilita información y herramientas que sirven de guía a los que buscan un cambio y evolución de consciencia. Son sesiones en las que los miedos y ciertos patrones mentales son llevados de la mente inconsciente a la consciente, abriendo un espacio a la comprensión para vivir con más claridad. Ya hay muchas personas que se muestran muy agradecidas, si estas interesado, contacta conmigo en el cuestionario de la derecha, donde puedes ver también mis páginas.

Lo único que de verdad te llevarás

 


Con los años —y a veces con el dolor— uno empieza a comprender que lo verdaderamente importante no es lo que posees, sino lo que te atraviesa
Nieves Acosta Picado
Martes, 1 de julio de 2025, 10:56 h (CET)

Vivimos corriendo detrás de metas, atrapados en rutinas exigentes, midiendo el tiempo en productividad y los días en logros. Nos han enseñado a acumular: títulos, objetos, seguidores, validaciones. A buscar reconocimiento, éxito, estabilidad. A pensar que la vida vale por lo que conseguimos, no por lo que sentimos.


Pero con los años —y a veces con el dolor— uno empieza a comprender que lo verdaderamente importante no es lo que posees, sino lo que te atraviesa. Lo que te transforma. Lo que te permite ser tú, sin filtros ni disfraces.


Porque al final, lo único que de verdad te llevarás… no serán tus logros, ni tus cuentas, ni lo que opinaron de ti.

Te llevarás

las escapadas que rompieron la rutina,

los líos que te enseñaron a reírte de ti mismo,

los bailes que bailaste aunque no supieras,

las locuras que decidiste no evitar,

las pieles que rozaste con amor,

los labios que besaste con ganas,

las sonrisas que dejaste sin pedir nada,

los atardeceres que te detuviste a mirar,

y los sueños que perseguiste, incluso cuando dolía.


Te llevarás también los silencios que respetaste,

las veces que elegiste tu paz por encima de complacer,

las lágrimas que te permitiste soltar sin miedo,

y las veces que te abrazaste fuerte cuando nadie más lo hizo.


Todo lo demás… pasará.

Las críticas, los juicios, las etiquetas.

Eso que un día parecía tan importante,

se desvanecerá como el humo.


Lo único que quedará será la forma en que viviste:

si fuiste fiel a lo que sentías,

si tuviste el coraje de ser tú,

si elegiste con el corazón,

aunque el mundo esperara otra cosa de ti.


Porque ser uno mismo —de verdad— es el acto más valiente y más necesario.


En un mundo que empuja a encajar, destacarse siendo auténtico es un gesto de amor propio. Y en una sociedad que te pide aparentar, ser tú sin miedo es una forma de libertad.


Tal vez eso sea lo más importante: vivir sin dejar de ser. Y que, cuando llegue el final, puedas mirar atrás y decir: “Fui yo. Me elegí. Y viví como sentí”.


https://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/5350257/unico-verdad-llevaras

El amor en tiempos de crisis

 


La empatía, la comunicación y el respeto mutuo son las piedras angulares para construir una relación duradera y significativa
Nieves Acosta Picado
Martes, 25 de marzo de 2025, 08:55 h (CET)

El amor no surge de la nada, ni es producto de la casualidad... es la maravillosa realidad creada por la unión de dos seres que quieren convivir con amor y generar amor. El ser humano busca el amor, necesita ser amado, querido y correspondido desde el minuto cero de su existencia; desde el primer momento que llegamos al mundo, sentimos la necesidad de salir de nosotros mismos. Desde el primer día, el bebé busca el calor y la seguridad de los brazos de su madre. Este primer vínculo es crucial para su desarrollo emocional y muestra cuán esencial es la conexión humana en nuestras vidas. Todo lo demás también existe y es importante, pero en segundo lugar...


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En este artículo, hablaré de la importancia del amor, las diferencias en cómo se manifiesta entre hombres y mujeres, y la crisis actual del amor.


Ninguna persona sobrevive sola, ni aprende sola, ni crece sola: eso es una profunda mentira. El ser humano necesita de esa conexión que desde el primer día establece con su madre. Por eso, hablar de amor es hablar del otro. Hablar del otro es hablar de mí. Los conceptos de tú y yo quedan relacionados: el uno con el otro. Por lo tanto, cuanto más te conozco, más me conozco. Vivir con otra persona es difícil, pero vivir solo es imposible. Esta realidad me lleva a una reflexión: ¿qué hace tan difícil convivir juntos y por qué queremos vivir en soledad?


Si nos paramos a pensar, todos necesitamos de todos y formamos una gran cadena de amor. Somos el hijo o la hija de alguien, el hermano o hermana de alguien, la pareja de alguien, el enemigo o enemiga de alguien... somos ladrillos de una gran casa imponente, somos parte de un todo.


Esa relación de unos con otros genera la necesidad de comunicar nuestros sentimientos al otro. Sin embargo, la forma de reaccionar del hombre y la mujer es diferente. Imagina a María, que después de un largo día, solo quiere contarle a Juan lo que ha pasado en el trabajo. Ella no busca una solución, solo quiere desahogarse. En cambio, cuando Juan tiene un problema, se encierra en sí mismo hasta encontrar una respuesta por su cuenta. Esta diferencia puede generar malentendidos, pero reconocerla y respetarla puede fortalecer la relación.


Cuando ella habla y cuenta las cosas, no busca que le des una solución ni siquiera espera una contestación, solo quiere ser escuchada. Sin embargo, cuando él tiene problemas, se refugia en su cueva, medita... y cuando siente necesidad, sale. Por eso es poco útil preguntarle: “Cariño, ¿qué te pasa?”. Al no tener respuesta desencadenará en ella una serie de dudas sobre cuestiones, seguramente inexistentes, que le harán pensar: "Ya no me quiere como antes".


Existe una realidad: nuestros cerebros funcionan de manera diferente. Por eso, hay que buscar la mejor fórmula para complementar estos dos mundos. Ésa es la clave del éxito en el amor. Si conociéramos estas diferencias, seguro que podríamos evitar muchos conflictos que se inician por un malentendido y que en la mayoría de los casos acaban en desastre.


El mucho hablar de ella y el silencio de él pueden ser mal interpretados y llevarnos al fin de la comunicación. Sin crear una relación dependiente, sino respetando nuestros espacios y nuestros momentos, se puede conseguir un amor maduro, puro y duradero... ese amor que no es posesión sino admiración, que lleva a la comunión de formar de “dos” un “uno”, a construir la verdad sin mentiras a la que llamamos “amar”.


Pero el amor está en tiempos de crisis y dos aspectos influyen: la propaganda imparable sobre el modo de ver las cosas de forma relativa a los intereses del “yo”, y la búsqueda de un proteccionismo o zona de confort sin asumir ningún riesgo. En una sociedad donde el 'yo' prevalece, es fácil caer en la trampa de buscar solo el bienestar personal. Habrá confrontaciones con la pareja pero hay que mantener la paz, para no debilitar la relación. Eso genera cada día más enamorados sin músculos, desentrenados, gente blanda que no saben aprender del error, y mucho menos amar. Porque vivir con otro nos hace parte de un equipo, donde si los dos ponemos de nuestra parte, el otro me ayuda a crecer. Aprender a enfrentar desafíos juntos ayudó a Laura y su pareja a construir una conexión más fuerte.


Estoy convencida de que el otro es necesario e imprescindible para vivir una vida plena, y en el mismo instante en que buscamos nuestro bien y no el del otro, es el momento en que hemos dejado de amar.


Un camino desde el enamoramiento hasta el amor, un camino que nos hace conocer a quien amamos y que, cuanto más conozco a la otra persona, más compruebo que es diferente a mí, que no es mi sombra, ni mi reflejo, ni mi clon, sino que te elijo a ti, no porque somos iguales, sino porque te quiero, y porque te quiero, lucharé para entenderte y aceptarte. Quizás podamos recordar siempre que el amor es una obra de equipo, y que la empatía, la comunicación y el respeto mutuo son las piedras angulares para construir una relación duradera y significativa.


https://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/5229041/amor-tiempos-crisis


Cuando los gigantes se encogen

Pasamos la vida creyendo que nuestros padres eran eternos. Pero un día —no sabemos bien cuál— algo cambia. ​Nadie nos preparó para esto
Nieves Acosta Picado
Jueves, 10 de abril de 2025, 09:20 h (CET)

Nadie nos preparó para esto.


Pasamos la vida creyendo que nuestros padres eran eternos. Fueron gigantes. Incansables. Sabían todas las respuestas, solucionaban todo. Nos dieron cariño, consejos y nos pusieron límites y, muchas veces, hasta la ilusión de que el mundo estaba bajo control mientras ellos estuvieran cerca.


Pero un día —no sabemos bien cuál— algo cambia.


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El padre que antes tomaba decisiones con seguridad ahora parece confundido. Repite ideas, se queda en blanco, se irrita con cosas mínimas. La madre que siempre pudo con todo olvida fechas, se pierde en los nombres, se cansa antes de tiempo. Y nos llega por sorpresa. No hay una señal clara, no hay un momento exacto. Solo un lento desdibujarse, como si la vida les hubiera bajado el volumen.


Y entonces entendemos: están envejeciendo.


No lo decimos en voz alta porque nos duele. Porque aceptarlo es mirarnos en el espejo de lo que vendrá. Porque implica invertir los roles: ahora somos nosotros quienes debemos sostener, cuidar, contener.


Y nos cuesta.


Nos cuesta verlos frágiles, lentos, más callados. Nos cuesta su torpeza con lo digital, su terquedad, su insistencia en contar la misma historia. Nos fastidia, sí… pero más que nada, nos asusta. Porque lo que sentimos, en el fondo, no es molestia: es miedo. Miedo a perderlos. Miedo a quedar huérfanos de esa parte de la vida que siempre nos sostuvo.


Nadie nos enseñó cómo acompañarlos en esta etapa. Cómo aceptar que ya no son invencibles. Que ahora son ellos los que necesitan paciencia, abrazos sin prisa, y una silla cómoda para descansar. Que los héroes también envejecen, y que eso no los hace menos héroes.


Tal vez sea hora de devolverles todo lo que nos dieron cuando el mundo nos quedaba grande. De sentarnos a escuchar —aunque repitan—, de celebrar sus pequeñas alegrías, de ser nosotros el sostén cuando tiemblan.


Y mientras los vemos apagarse de a poco, también entendemos que no solo nos preparamos para su partida, sino para la nuestra.


Porque si ellos se van, nosotros quedamos a mitad del puente, con el corazón lleno de recuerdos… y con la certeza de que el tiempo, implacable, también nos está alcanzando. Cada vez más cerca del momento en que nosotros también nos volveremos lentos, torpes, insistentes… vulnerables.

Y tal vez nuestros hijos —o el mundo— tampoco estén listos para vernos así.


Por eso, mientras ellos aún están, aunque ya no sean los mismos, aprendamos a despedirnos con amor, sin prisa, sin negación. Y mientras tanto, empecemos también a despedirnos de la versión invencible que creímos ser. Porque al final, el verdadero acto de amor no es solo cuidarlos a ellos… sino también prepararnos para que, cuando llegue nuestro turno, alguien nos cuide con la misma ternura.

 


https://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/5250643/cuando-gigantes-encogen

El valor olvidado de saber escuchar

 

A veces, lo más hermoso que podemos hacer por alguien es regalarle eso que escasea tanto: tiempo, atención y silencio sincero
Nieves Acosta Picado
Martes, 8 de julio de 2025, 11:52 h (CET)

Hablamos constantemente sobre la importancia de saber expresarnos, de convencer, de impactar con nuestras palabras. Nos enseñan a seducir con el discurso, a dominar el arte de hablar en público, a argumentar con lógica y claridad. Pero casi nunca se nos habla de algo igual —o quizás aún más— importante: saber escuchar.


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Escuchar de verdad es un acto profundamente humano. Y hoy, más que nunca, lo estamos olvidando.

Vivimos en una época en la que todo el mundo quiere hablar. Todos queremos contar lo que sentimos, lo que pensamos, mostrar lo que somos. Las redes están llenas de voces, de opiniones y de ganas de ser escuchados. Pero irónicamente, cada vez escuchamos menos.


Nos enseñan a hablar bien, a tener respuestas rápidas, a destacar. Pero casi nadie nos enseña a escuchar con el alma. No con el oído distraído, sino con el corazón presente. Y eso, aunque parezca simple, es un arte.


Escuchar es mucho más que quedarse en silencio mientras el otro habla. Escuchar es estar. Es dejar de pensar en uno mismo por un momento y mirar al otro con honestidad, con empatía. Es soltar el impulso de interrumpir, de corregir, de dar consejos, y simplemente acompañar. Porque cuando escuchas de verdad, sin prisa, sin juicio, sin el “yo” de por medio, lo que estás diciendo es: “Lo que sientes me importa. Y estoy aquí para ti”. Y eso, para alguien que se siente solo, perdido, cansado, puede ser un regalo inmenso. Como dice la sabiduría popular: ”una pena compartida es media pena”.

Porque todos, en algún momento, necesitamos que alguien nos escuche sin prisas, sin juzgarnos, ni querernos cambiar. Solo escuchar. Solo estar.


Es fácil querer hablar. Lo difícil es tener el coraje de callar y abrir espacio para el otro. Pero quienes saben escuchar —escuchar de verdad— se convierten en personas que uno no quiere soltar.


Cuando buscamos a una persona de confianza y nos sentamos en una terraza a tomar algo y tenemos una agradable charla, en ese momento se produce un cambio. Quizás lo más interesante no sean sus consejos, sino que se produce algo mucho más importante: salimos de “nuestro escenario y nos ponemos en la realidad”. La realidad de una terraza, una taza de café y una persona con la que hablar que nos ayude a salir de la fantasía de nuestro pensamiento. Esa cita es la que nos devuelve a la realidad y es posible regresar a casa más serenos, relajados y como si de alguna forma nuestros fantasmas se hubieran ido.


Cuando estamos frente a otra persona es como si estuviéramos frente a un espejo, conversar nos ayuda a entendernos y aprender quienes somos es un momento de gran libertad, es como soltar cuerdas de un globo y se eleva.


Escuchar también es amar, es cuidar y también sanar: “yo callo mi ego para escucharte a ti”.


Y como todos queremos ser escuchados, a veces lo más hermoso que podemos hacer por alguien es regalarle eso que escasea tanto: tiempo, atención y silencio sincero. Así que la próxima vez que alguien te hable… detente. Mírale. Escúchale. No para responder, no para convencer, no para tener razón. Solo para estar ahí. Porque quizás lo que esa persona más necesita no es una solución, sino saber una sola cosa: “No estás solo. Me importas”.


https://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/5358495/valor-olvidado-saber-escuchar

“La soledad es el mayor fracaso de nuestro tiempo”

 


El filósofo y profesor Rafael Narbona denuncia el aislamiento en las sociedades modernas y propone el amor y la filosofía como respuestas al vacío emocional contemporáneo
Nieves Acosta Picado
Miércoles, 7 de mayo de 2025, 11:35 h (CET)

En una época en la que todo parece estar conectado por la tecnología, paradójicamente cada vez más personas se sienten profundamente solas. Para Rafael Narbona, escritor, profesor de filosofía y pensador humanista, esta es la gran contradicción de nuestro tiempo. En una entrevista reciente con CuerpoMente, Narbona lanza una afirmación que resume su diagnóstico con claridad contundente: “La soledad es el mayor fracaso de nuestro tiempo”.


Con una trayectoria dedicada a la reflexión sobre el sentido de la vida, el sufrimiento humano y la búsqueda de la verdad, Narbona ha encontrado en la filosofía no solo un ejercicio intelectual, sino una herramienta de supervivencia emocional. Desde esa mirada comprometida con lo humano, alerta sobre el impacto devastador del aislamiento social en la salud mental y espiritual de las personas.


Una epidemia silenciosa

“La soledad es la experiencia más terrorífica que se puede concebir”, asegura Narbona. No se refiere únicamente a la soledad circunstancial o voluntaria, sino a esa sensación persistente de desconexión, de no importar a nadie. Una soledad estructural que afecta, sobre todo, a los mayores, pero también a los jóvenes, víctimas muchas veces de un sistema que privilegia la productividad por encima del cuidado.


Para el filósofo, esta situación no es casual. Las ciudades, tal como están organizadas, fomentan la dispersión, el anonimato, la indiferencia. “Deberíamos vivir en comunidades pequeñas, más humanas, donde se pueda ir andando a todas partes, donde exista trato y cercanía”, sostiene. Propone repensar el modelo urbano y social desde una óptica más relacional, en la que la convivencia recupere su centralidad.


El amor como tejido social


Frente a la soledad, Narbona plantea una solución tan sencilla como radical: amar. Pero no solo en el sentido romántico, sino como una disposición ética y afectiva hacia los demás. “El amor tiene que ser como una onda expansiva”, dice. Es decir, debe comenzar por uno mismo y extenderse hacia los amigos, los vecinos, los compañeros de trabajo, incluso hacia quienes no conocemos. Amar como forma de resistencia frente al individualismo y el cinismo que imperan.


En este punto, Narbona recupera una idea esencial del cristianismo y de muchas tradiciones filosóficas: el ser humano necesita vínculos para florecer. Sin ellos, la vida se marchita. Y no hay vínculo más fecundo que el amor entendido como cuidado, atención y entrega mutua.


La filosofía: un mapa para no perderse


Narbona no se limita a un diagnóstico crítico. También ofrece caminos. Y uno de ellos, profundamente ligado a su vocación, es la filosofía. Lejos de verla como un ejercicio abstracto o académico, la reivindica como una guía práctica para vivir mejor. “La filosofía puede enseñarnos a amar si leemos a los autores adecuados”, afirma.


Entre esos autores menciona a Victor Frankl, Carl Rogers, Platón, San Agustín, Voltaire, Spinoza, Martin Buber, Hannah Arendt y María Zambrano. Todos ellos, a su modo, han reflexionado sobre la condición humana, el dolor, la dignidad, la libertad, el otro. En cambio, se muestra crítico con pensadores como Schopenhauer o Nietzsche, a quienes considera nihilistas o misántropos, más inclinados a despreciar al ser humano que a comprenderlo.


Su filosofía está cargada de esperanza, pero no es ingenua. Reconoce el sufrimiento, la enfermedad, la injusticia, pero cree que aún en medio de todo eso podemos elegir una respuesta amorosa, compasiva, comprometida. Esa elección es, para Narbona, el núcleo ético de toda existencia verdaderamente humana.


Una invitación a reconectar


Las palabras de Rafael Narbona no solo son una crítica, sino también una invitación. Nos convoca a salir de la burbuja del ego, a mirar a nuestro alrededor, a reconstruir los vínculos debilitados. En tiempos de hiperconexión digital, propone algo mucho más exigente y profundo: la conexión humana real, cara a cara, corazón a corazón.


Tal vez, como él sugiere, no haya mayor acto filosófico hoy que escuchar, abrazar, estar presentes. Contra la soledad que empobrece el alma, su propuesta no es otra que recuperar lo más antiguo y esencial de lo humano: el amor.


https://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/5280788/soledad-mayor-fracaso-nuestro-tiempo


La generación que pide ayuda en silencio

 

El suicidio ya es la segunda causa de muerte en menores. ¿Lo vamos a seguir ignorando?
Nieves Acosta Picado
Martes, 15 de julio de 2025, 11:28 h (CET)

Vivimos en un mundo hiperconectado, donde los jóvenes comparten su día a día en redes sociales, suben fotos, bailes, pensamientos y memes. Desde fuera, podría parecer que lo tienen todo. Sin embargo, detrás de muchas sonrisas digitales se esconden silencios profundos, angustias que no se ven y gritos que nadie escucha.


Hoy, el suicidio es la segunda causa de muerte en menores de edad en muchos países del mundo. Una cifra estremecedora que no debería dejarnos dormir tranquilos. Pero lo más alarmante no es solo el dato, sino la normalización del sufrimiento. Lo hemos convertido en un tema tabú, algo de lo que no se habla en familia, en la escuela ni en los medios, como si el silencio fuera una solución. Pero el silencio se cobra vidas.


La salud mental de niñas, niños y adolescentes está en crisis. Ansiedad, depresión, bullying, presión académica, redes sociales que distorsionan la autoestima, entornos familiares poco seguros, soledad… Todo esto se acumula en mentes y cuerpos que aún estan formándose, que aún no tienen las herramientas para entender lo que sienten, ni saben pedir ayuda de forma clara.

Y nosotros, como sociedad, ¿dónde estamos? ¿Porque pasamos por alto esas señales?


A veces damos por hecho, que un adolescente que se encierra en su cuarto, está simplemente “en la edad difícil”. Que alguien que llora mucho “es dramático”. Que quien se aísla “ya se le pasará”. Pero muchas veces, esas conductas son formas de pedir de ayuda disfrazadas. Hay que fijarse si ocurren cambios bruscos en su forma actuar.


Si se pierde el interés por lo que antes disfrutaban.

Puede que prevalezca en sus comentarios negativos sobre su vida o su valor.

La autoagresion es incontrolable y como consecuencia el aislamiento extremo.

Consumo de sustancias. Dificultades para dormir o comer.


Todas estas pueden ser señales de alarma. No son exageraciones. No son “etapas normales”. Son oportunidades para intervenir. Por eso es urgente romper el silencio. Que no nos digan más que hablar de suicidio lo provoca. Hablar previene. Escuchar salva vidas. Mostrar empatía abre caminos.


Necesitamos educarnos y educar desde que somos niños sobre cómo expresar las emociones, poner límites, trabajar la autoestima y herramientas que nos ayuden a evolucionar y no estancarnos.

Que las escuelas cuenten espacios seguros y docentes formados. Familias que hablen sin juzgar. Necesitamos que la política entienda que la salud mental es un tema importante.


Y sobre todo, necesitamos que cada niño, niña y adolescente sepa que no está solo. Que pedir ayuda, no es debilidad, es valentía. Que su vida importa. Que el dolor puede pasar, pero para eso, alguien tiene que estar ahí para escucharlos.


Todos deberíamos tener tiempo para hablar con nuestros hijos, sobrinos, alumnos. Preguntar cómo están, y escuchar sin quitar importancia a lo que les importa.


No hay que esperar a una “crisis” para acercarte. El vínculo se construye todos los días. Y compartir que la información real sobre salud mental, a todos nos importa. Y apoyar y exigir políticas de salud mental accesibles y gratuitas para todos.


Y lo más importante, no juzgues. Acompaña. Pregunta. Nunca sabes si te puede pasar a ti.

Esta generación está pidiendo ayuda a voces, en silencio.


No podemos mirar hacia otro lado. Es ahora o nunca. Porque el silencio mata. Vamos a hablar.


https://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/5365994/generacion-pide-ayuda-silencio


Los seres humanos no se despiertan en su zona de confort

 

¿Quién soy cuando ya no puedo controlar lo que me rodea? Una reflexión desde la adversidad hacia la conciencia esencial
Nieves Acosta Picado
Viernes, 30 de mayo de 2025, 11:02 h (CET)

Vivimos tiempos de incertidumbre. A veces, a nivel personal: pérdidas, rupturas, enfermedades. Otras veces, como hemos vivido recientemente, la sacudida es colectiva: crisis sanitarias, sociales, económicas. Son momentos en los que la vida, imprevistamente, nos saca de nuestra zona de confort. Y con ello, nos lanza a una pregunta fundamental: ¿quién soy cuando ya no puedo controlar lo que me rodea?


Pexels thirdman 8011881


La cultura moderna nos ha acostumbrado a buscar seguridad, comodidad y respuestas en la superficie: la lógica, el pensamiento racional, las noticias, las rutinas. Pero cuando todo eso se tambalea, muchas personas descubren que no hay una base firme en la que apoyarse. Se sienten como una casa construida sobre arena. Entonces, surge el miedo. Pero el miedo no nace de la realidad en sí, sino de no conocernos a nosotros mismos en profundidad.


Más allá del pensamiento: despertar a la presencia


Pero pensar no basta. En medio de la tormenta emocional, el pensamiento puede convertirse en un obstáculo más que en una ayuda. La mente conceptual no resuelve el sufrimiento existencial. Por eso, cuando todo se desmorona afuera, la verdadera solución comienza adentro: no pensando más, sino despertando a una dimensión más profunda de la conciencia.


Este despertar no consiste en añadir una nueva historia personal, ni en crear otra identidad desde el ego, sino en reconocer la presencia que somos. Esa presencia silenciosa, inmutable, que puede observar el miedo sin ser consumida por él. Que puede atravesar el dolor sin identificarse totalmente con él. Es un estado de atención pura, sin necesidad de actividad mental, donde uno se experimenta no como una narrativa, sino como conciencia viva.


La función oculta de la adversidad


Lejos de ser un accidente sin sentido, la adversidad tiene —desde esta perspectiva espiritual— una función reveladora. Nos obliga a mirar más hondo. A dejar de vivir en la superficie de las cosas. A romper con las ilusiones que el ego construyó sobre lo que somos y lo que creemos necesitar para estar bien.


Este proceso puede ser doloroso, pero también profundamente transformador. Hay una frase que me gusta: "Cuando el ego llora por lo que ha perdido, el espíritu se regocija por lo que ha encontrado."

La adversidad, entonces, puede convertirse en una puerta de acceso a nuestra verdadera identidad. No una identidad basada en el rol, en la imagen, en el tener, sino en el ser. Es una invitación a descubrir esa roca interna, inquebrantable, que no depende de circunstancias externas para sostenernos.


Una llamada a la humanidad: no desperdicies esta oportunidad


Hoy, millones de personas viven con ansiedad. Esta ansiedad colectiva también es una llamada al despertar. El dolor compartido, la fragilidad de nuestros sistemas, la rapidez con que lo establecido puede derrumbarse… todo esto nos grita: despierta. Mira dentro. Encuentra una base más profunda.

Este es un tiempo precioso. No para añadir más ruido, más distracción, más miedo, sino para volver a lo esencial. Para prestar más atención a nuestra conciencia que a los noticieros. Para dejar de vivir sólo desde la mente y empezar a vivir desde el ser.


El despertar empieza cuando ya no puedes evitarlo


Muchos comienzan este camino no por elección voluntaria, sino porque ya no pueden más. El sufrimiento los empuja a buscar otra forma de estar en el mundo. La incomodidad, paradójicamente, es el punto de partida del despertar. Porque los seres humanos no se transforman en la comodidad, sino cuando son sacudidos de ella.


Este es un momento de grandes oportunidades. No te pierdas en la mente. No te pierdas en el miedo. No huyas hacia el ruido exterior. Enraízate en tu ser, en esa presencia que siempre estuvo allí, más allá del personaje, más allá del relato, más allá incluso de tus pensamientos.


Porque, cuando descubres quién eres realmente, te das cuenta de que no hay nada que temer. La vida, incluso en medio de la tormenta, sigue teniendo sentido.


https://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/5310639/seres-humanos-no-despiertan-zona-confort


Aprender a ser feliz y manejar el pensamiento

Trabajo en la Fundación para el Desarrollo de la Consciencia cuya misión es contribuir al desarrollo interior en las personas con el objetiv...